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Fuego de mujer: Almas que Desafían la Historia

Mujer

No fueron las brujas las que ardieron, sino mujeres. Mujer cuyas alma se alzo como llamas en la oscuridad de la historia. Sus cuerpos, marcados por la tierra y el fuego, se convirtieron en símbolos de resistencia y sacrificio.

Eran mujeres hermosas, no solo por su apariencia, sino por la belleza de sus almas. Cultas e inteligentes, desafiaron las normas impuestas y buscaron conocimiento en los libros prohibidos y en las estrellas. Sus ojos brillaban con la luz de la sabiduría, y sus manos tejían hilos invisibles que conectaban el pasado con el presente.

Tenían agua en el pozo y una hermosa plantación, sí, pero también tenían secretos guardados en sus corazones. Marcas de nacimiento que las vinculaban a la tierra y a los misterios del universo. Conocían las hierbas y sus propiedades curativas, y sanaban a los enfermos con manos amorosas y palabras susurradas al viento.

Estas mujeres danzaban bajo la luna, sus pies descalzos tocando la tierra con reverencia. Cantaban canciones antiguas que resonaban en los bosques y en los corazones de quienes las escuchaban. Eran brujas, sí, pero no las malévolas criaturas que la historia nos ha pintado. Eran guardianas de la naturaleza, protectoras de los secretos olvidados.

En el siglo XVII, cualquier mujer podía ser acusada de brujería. Las llamas devoraban sus cuerpos, pero sus espíritus se elevaban como aves libres. Algunas flotaban, culpables ante los ojos de los hombres, mientras otras se hundían, inocentes y puras. Pero todas ellas eran mujeres, unidas en su destino trágico.

Las arrojaron desde acantilados, como si quisieran borrar su memoria de la faz de la tierra. Las enterraron en agujeros profundos, pero sus almas seguían vibrando en el viento y en las raíces de los árboles. No fueron las brujas las que ardieron, eran mujeres que desafiaron la opresión y la ignorancia.

Hoy, al recordarlas, les damos voz. Les ofrecemos reparación en forma de palabras y lágrimas. Les concedemos una oportunidad de paz en nuestros corazones, prometiendo nunca olvidar su sacrificio. No fueron las brujas las que ardieron, eran mujeres, y su fuego sigue ardiendo en nosotras, encendiendo la llama de la memoria y la justicia.

Adaptación Yolotl – Miztli

Inspirado en La Ilustración Ibérica, 1885
de Arturo Cárdenas.

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