Un día como hoy, 7 de agosto, pero hace exactamente medio siglo, falleció en la ciudad de Tel Avid, Israel, la sobresaliente escritora, diplomática, maestra en filosofía y pionera intelectual del feminismo en México, Rosario Castellanos Figueroa (1925-1974).
Tras una prolífica vida académica, literaria, diplomática e intelectual, Rosario Castellanos falleció en la plenitud de su vida y de su obra creativa que tanto aportó para visibilizar y reivindicar los derechos humanos de dos de los sectores más golpeados y hostigados en nuestro país: las mujeres y los grupos indígenas.
Así, durante la productiva, inteligente y lamentablemente joven existencia de Rosario Castellanos, la irrepetible escritora murió electrocutada el 7 de agosto de 1974, en un sospechoso accidente doméstico, a la edad de 49 años en la Ciudad de Tel Aviv, Israel; cuando fungía como embajadora de México, en dicho país.
Su muerte sacudió el mundo de las letras de nuestro país y para ilustrar lo anterior quiero cerrar citando un poema del virtuoso escritor chiapaneco, Jaime Sabines, quien se lo dedicó a su entrañable amiga tras su dolorosa muerte y con quien compartió el amor de su terruño y una larga y sincera amistad.
El poema citado en mi opinión es crudo, fuerte y desolador, ya que transmite la sorpresa, el enojo y la indignación de Sabines, quien supo plasmar con tristeza su devastado estado de ánimo tras la inesperada y trágica muerte de su gran amiga. Lo cito:
“Recado a Rosario Castellanos” (Jaime Sabines)
Sólo una tonta podía dedicar su vida a la
soledad y al amor.
Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara.
Sí, lámpara encendida,
desperdiciada lámpara de día eras tú.
Retonta por desvalida, por inerme,
por estar ofreciendo tu canasta de frutas a
los árboles,
tu agua al manantial,
tu calor al desierto,
tus alas a los pájaros.
Retonta, rechayito, remadre de tu hijo y de
ti misma.
Huérfana y sola como en las novelas,
presumiendo de tigre, ratoncito,
no dejándote ver por tu sonrisa,
poniéndote corazas transparentes,
colchas de terciopelo y de palabras
sobre tu desnudez estremecida.
¡Cómo te quiero, Chayo, cómo duele
pensar que traen tu cuerpo! —así se dice—
(¿Dónde dejaron tu alma? ¿No es posible
rasparla de la lámpara, recogerla del piso
con una escoba? ¿Qué, no tiene escobas la Embajada?).
¡Cómo duele, te digo, que te traigan,
te pongan, te coloquen, te manejen,
te lleven de honra en honra funerarias!
¡No me vayan a hacer a mí esa cosa
de los Hombres Ilustres, con una
chingada!
¡Cómo duele, Chayito! ¿Y esto es todo?
¡Claro que es todo, es todo!
Lo bueno es que hablan bien en el “Excélsior”
y estoy seguro de que algunos lloran,
te van a dedicar tus suplementos,
poemas mejores que éste, estudios,
glosas…
¡Qué gran publicidad tienes ahora!
La próxima vez que platiquemos
te diré todo el resto.
Ya no estoy enojado.
Hace mucho calor en Sinaloa.
Voy a irme a la alberca a echarme un trago.
Véase Jaime Sabines, “Recado a Rosario Castellanos” en “Poesía y recuento de poemas”, México, Joaquín Mortiz, 1977.
Imagen: Rosario Castellanos, Ciudad de México, ça. 1966.
Visitas: 10