Ser Pueblo. Via Movimiento Legítimo del Pueblo. en su pagina de facebook
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El Puebllo. La reciente carta firmada por Andrés Manuel López Beltrán, en la que responde a la controversia generada por su viaje de vacaciones a Japón, representa un momento clave para reflexionar sobre el estado ético y político del morenismo. No se trata —como él plantea— de una simple campaña de “linchamiento político” por parte de sus adversarios, sino de un cuestionamiento legítimo que surge desde el propio pueblo que dice representar. Porque en Morena, la militancia no observa con ojos de odio ni de conservadurismo, sino con una esperanza crítica y un anhelo de congruencia.
Desde la Revolución de las Conciencias se ha impulsado un ideal transformador que no consiste solo en cambiar gobiernos, sino en regenerar la vida pública, la moral política y la conducta de quienes se dicen parte del movimiento. En ese sentido, no basta con decir que se pagó el viaje con recursos propios o que se viajó en aerolíneas comerciales. El juicio ético no se dirime únicamente en la legalidad, sino en el simbolismo, la pedagogía pública y el compromiso moral con los más humildes. No se trata de “dar explicaciones”, sino de ser parte viva de los valores que se predican. No se trata de conocer al pueblo; el morenista debe ser pueblo.
Resulta particularmente preocupante que, en vez de asumir con humildad el contraste entre sus decisiones personales y el espíritu de la Cuarta Transformación, López Beltrán recurra al discurso confrontativo para desacreditar toda crítica como conservadora, hipócrita o clasista. Al hacerlo, reduce la fuerza moral del movimiento a una trinchera defensiva, cuando lo que se exige desde dentro del propio morenismo es una rendición ética de cuentas. Ser dirigente o figura pública dentro del obradorismo exige más que legalidad; exige ejemplaridad.
La Cuarta Transformación no puede permitirse fracturas entre el discurso y la praxis. Si se repite que el poder es humildad y que la austeridad es un principio, no puede ser compatible con la ostentación —aunque sea mesurada— ni con los privilegios que, por percepción o realidad, distancian a los dirigentes del pueblo que lucha día a día por sobrevivir con dignidad. En tiempos donde millones de mexicanos no pueden costear siquiera un desayuno completo, hablar de “7,500 pesos por noche con desayuno incluido” no ayuda a disipar dudas, sino que las agudiza.
Y es que el problema no es viajar o vacacionar —todo ser humano tiene derecho al descanso—, el problema es la falta de conciencia del momento histórico que vivimos. La carta peca de omitir autocrítica. No hay en ella ni un atisbo de reflexión sobre cómo un viaje a Japón puede ser interpretado por los obradoristas de a pie que venden tamales, luchan contra el dengue, o siguen esperando el servicio de salud prometido. No hay una sola palabra dirigida a ellos, sino una defensa acorazada de su propia posición.
La 4T es SER Pueblo
La 4T nació para ser diferente. No para repetir las viejas prácticas, sino para subvertirlas desde adentro. Para que los hijos de los líderes no se comporten como nuevos herederos de privilegios, sino como guardianes de los principios. Porque si el poder es humildad, como cita en su carta, entonces la humildad no se defiende, se practica. No se presume, se vive. No se redacta, se respira.
El Humanismo Mexicano, base ideológica de esta nueva etapa, no es un discurso vacío ni una consigna propagandística. Es una doctrina política viva que implica anteponer siempre al pueblo como el centro de todas las decisiones. Es incompatible con cualquier conducta que aleje a los cuadros de Morena de la cotidianidad del pueblo. Viajar por el mundo mientras millones luchan por llegar al fin de mes puede no ser ilegal, pero sí es moralmente discutible en el marco de una transformación que exige el máximo de congruencia.
Por eso insistimos: ser militante de Morena es un ejemplo de ética política, pero ser dirigente o figura visible del movimiento es un imperativo ético irreductible. No hay espacio para los titubeos, las justificaciones tibias o los deslices del ego. El morenismo debe ser faro, no sombra. Debe ser testimonio, no excepción.
Finalmente, conviene recordar que las críticas más duras, las más exigentes, no vienen de los “hipócritas conservadores”, sino de quienes creemos en la Transformación como destino histórico. Porque amamos este movimiento, lo vigilamos. Porque creemos en el cambio, lo exigimos. Porque sabemos que la dignidad del pueblo no se defiende desde los hoteles, sino desde la congruencia cotidiana. Y porque no hay mayor traición a Juárez que usar su nombre para justificar contradicciones.
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