¿Qué hacer cuando el Ejecutivo violenta el Estado de Derecho?

Dra. Blanca Gutiérrez

¿Qué hacer cuando el Ejecutivo de una entidad federativa como Querétaro violenta el Estado de Derecho al no respetar el marco normativo que rige a uno de los poderes del estado como lo es el poder Legislativo y qué hacer cuando un grupo minoritario irrumpe violentamente en la tribuna legislativa y ante los ojos de las personas presentes se roba urna y boletas en la elección de su Mesa Directiva?

En la justicia estatal no podemos confiar, por los motivos que ya sabemos. Pero supongo que habrá algún mecanismo en las instancias federales para que gobernador y diputados atracadores puedan ser enjuiciados y separados de sus cargos, por atentar gravemente en contra de la institucionalidad democrática en Querétaro.

¿Se atreverán las instancias federales a hacerlo? Si no se les detiene a tiempo, en el 2027 presenciaremos la elección más sucia de que se tenga memoria en Querétaro y los incidentes violentos pueden detonar escenarios de lamentar. Esto que vimos hace unos días es solo un anuncio. La presidenta Claudia Sheinbaum está a tiempo parar este vil atraco a la democracia.

Por cierto, en la historia política de México, fue un gobernador queretano (Julio María Cervantes) el primero en ser sentado en el banquillo de los acusados en el Legislativo federal, justo por violar descaradamente los preceptos constitucionales. Se procedió en su contra en juicio político, se le declaró culpable y el poder judicial federal lo separó de su cargo. La historia no se repite, pero se parece.

¿Quién le va a poner un alto al cinismo de Mauricio Kuri y sus secuaces?

Nota tomada del muro de la Dra. Blanca Gutiérrez en la siguiente liga: https://www.facebook.com/share/p/173cYssRYr/

Conoce más historias y noticias en nuestra página Tintopía.mx y se parte de nuestra comunidad en Facebook TintopíaMex. o X antes Twitter X-Tintopia y únete a nuestro canal de WhatsApp

Visitas: 86

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
WhatsApp
Telegram
Imagen de Editorial

Editorial