La trayectoria electoral de Morena en Querétaro ofrece un contrapunto estratégico al análisis de su arrollador ascenso nacional, sirviendo como un caso de estudio sobre la desvinculación entre un fenómeno político generalizado y su anclaje en una entidad federativa específica. La evolución de los resultados en Querétaro sugiere que, más allá de la fuerza inercial del movimiento, la efectividad de la estructura partidista local, la capacidad de sus representantes para conectar con la ciudadanía, y las dinámicas socio-culturales preexistentes son determinantes en la consolidación del apoyo.
2015: Morena en Querétaro, primer lugar nacional.
En 2015, Morena, como partido incipiente con limitada infraestructura nacional, logró en Querétaro un 5.63% de la votación para la gubernatura con Celia Maya García. Este porcentaje, modesto en valores absolutos, fue, sin embargo, el más alto obtenido por Morena en las elecciones a gobernador de ese año a nivel nacional. Este posicionamiento como el primer lugar en capitalización proporcional de la fuerza inicial de la izquierda sugiere una efectiva sincronización entre la dirigencia local y el mensaje emergente del partido, logrando una penetración superior en un estado tradicionalmente renuente a las formaciones de izquierda.

Este hecho contrasta con la hipótesis de que una «mala candidata» sería el factor explicativo principal, dado que el resultado relativo fue el más favorable para el partido en ese periodo. La capacidad de Celia Maya y la dirigencia de entonces para sintonizar con un sector del electorado, incluso sin la masiva infraestructura que el partido desarrollaría después, habla de una efectividad particular en la construcción de una base inicial.
Del 2015 al 2018: Morena Querétaro, un ascenso en caída libre.
La inflexión se produce notablemente en las elecciones federales de 2018. A nivel nacional, Morena experimentó un crecimiento exponencial, impulsado por el «efecto AMLO» y la coalición «Juntos Haremos Historia». No obstante, la votación de Morena en Querétaro para diputados y senadores, aunque alcanzó un 43.6%, se tradujo en un descenso drástico en su posición relativa a nivel nacional. Querétaro se desplomó del primer lugar al puesto número 21 entre los estados con mayor votación para Morena.
Este dato es crucial: el «crecimiento» absoluto del 43.6% debe interpretarse como una descapitalización relativa en el contexto de un incremento promedio nacional mucho mayor. La incapacidad de la organización estatal para traducir el impulso federal en un incremento proporcional equiparable al resto del país, pese a tres años de desarrollo partidista previo a 2018, sugiere una falencia en la adaptación estratégica y la movilización de bases en el entorno local.
Esta «desconexión» comenzó a ser evidente desde ese momento, cuando la dirigencia estatal, los representantes populares (legisladores federales y locales, regidores) y las autoridades partidistas no lograron mantener y expandir la fuerza que el movimiento nacional les ofrecía y la falta de liderazgos que logren un alto al fuego interno. El auge nacional de Morena no se vio reflejado en un crecimiento local análogo, lo que apunta a una debilidad en la estructura y el liderazgo del partido en Querétaro.
2021: El descenso continúa.
La tendencia se profundizó en las elecciones federales de 2021. En esta contienda, donde Morena compitió en coalición «Juntos Hacemos Historia» con el PT y el PVEM para la mayoría de los cargos legislativos federales, la votación directa para Morena como partido individual en Querétaro para diputados y senadores descendió a un aproximado 27.0%8. Esta disminución, característica de una elección intermedia donde la participación y el arrastre de figuras presidenciales son menores, es aún más relevante en Querétaro. A pesar de la naturaleza de estas elecciones, la caída no solo representa una baja en la cifra absoluta, sino un colapso en su posicionamiento nacional.
Querétaro cayó hasta el lugar número 29 en el ranking nacional de votación individual para Morena, situándose como la cuarta peor votación del país en un contexto donde el partido a nivel nacional continuaba su expansión. Es relevante destacar que, aunque Celia Maya García volvió a ser candidata a la gubernatura en Querétaro ese año (obteniendo un 24.02% como partido en esa elección estatal), la tendencia a la baja del partido en los cargos legislativos federales, donde ella no figuraba, refuerza la idea de que la declinación en la capitalización del voto no es atribuible a una candidatura específica, sino a una dinámica partidista y contextual más profunda.
La falta de conexión entre los líderes del partido a nivel estatal, los legisladores federales y locales, y los regidores con las bases ciudadanas, sumado a la incapacidad de construir una estructura territorial sólida, que no se disuelva ante sus multiples divisiones, explica esta pérdida de competitividad.
Evidencia de esta desconexión es la pérdida de municipios clave que Morena había logrado ganar: Esequiel Montes, conquistado en 2018, fue perdido en el siguiente proceso electoral, y Arroyo Seco, ganado en 2021, también se perdió en la contienda posterior, reflejando una incapacidad para consolidar los triunfos locales.
Morena Querétaro: Incapacidad para capitalizar el auge.
Finalmente, las elecciones federales de 2024, si bien consolidaron la hegemonía de la coalición «Sigamos Haciendo Historia» a nivel nacional, mantuvieron a Querétaro en su posición de rezago relativo. La votación de la coalición para cargos legislativos federales fue del 45.10%. Aunque este porcentaje es similar al de Morena individual en 2018, es vital recordar que en 2024 esta cifra agrupa el voto de una coalición completa.
Es crucial señalar que, a pesar de la presencia de Claudia Sheinbaum en la boleta presidencial y el arrastre que generó para la coalición, Querétaro se mantuvo alrededor del lugar número 29 a nivel nacional, lejos de los porcentajes cercanos al 80% observados en otros bastiones del partido. Esta persistencia en una baja capitalización relativa del voto nacional, en un periodo de auge morenista, sugiere que las configuraciones sociopolíticas locales de Querétaro, y una creciente lucha interna poseen una resiliencia particular que ha impedido a Morena consolidar su fuerza como en otras regiones.
La desconexión continua entre la estrategia nacional del partido y su implementación efectiva en esta entidad se manifiesta en la falta de liderazgo que logre arraigarse, la ausencia de una maquinaria electoral local robusta que traduzca el entusiasmo nacional en votos y estructuras permanentes, y la incapacidad de sus representantes populares para generar la confianza y la identificación necesarias para mantener y expandir el apoyo. Esta desconexión es el factor subyacente que explica por qué Morena en Querétaro ha pasado de ser un pionero prometedor a un rezagado persistente en el mapa electoral nacional.
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