Desprestigio Voraz: Manipulación Mediática vs 4T

Desprestigio Voraz

Desprestigio Voraz, un arma de destrucción masiva, teje sus hilos en la sombra. Como un titiritero macabro, la manipulación mediática danza entre verdades a medias y mentiras completas.

La Manipulación Mediática es hoy por hoy una de las formas más viles de carcomer la credibilidad y honorabilidad de una persona, grupo o gobierno, y la cual ha alcanzado niveles de sofisticación alarmantes. En la arena pública, donde la imagen lo es todo, el periodismo chatarra se erige como un arma letal, capaz de orquestar campañas de desprestigio voraz que minan reputaciones y socavan los cimientos de la confianza social. Este fenómeno, lejos de ser una novedad, tiene raíces profundas en la historia, donde las derechas han utilizado tradicionalmente, como en el caso del periodismo chatarra, la desinformación como herramienta para alcanzar sus fines, sin importar el costo humano o social.

Las estrategias son tan variadas como insidiosas: una foto alterada, una cita sacada de contexto, una acusación sin pruebas, la repetición hasta la náusea de una falsedad… Todo vale en la guerra sucia por el control de la narrativa. Y las consecuencias pueden ser devastadoras. Un ejemplo de ello son los resultados de la Primera Guerra Mundial, cuando Reino Unido y Francia crearon la narrativa de atrocidades alemanas en Bélgica, logrando con ello que EEUU se involucrara en la conflagración, con saldos desastrosos de millones de muertos.

De manera similar, la propaganda franquista acusó a la República Española de comunista y atea, para justificar su golpe de estado. Así como el nazismo utilizó la mentira sistemática para la persecución de judíos. Y qué decir de las guerras de Vietnam e Irak, en que la mentira, el engaño y la manipulación fueron la causa de que se movilizaran tropas y ejércitos a invadir y matar a quienes eran señalados como los enemigos, con miles y miles de muertos como consecuencia.

En México, no estamos exentos de estas prácticas. Recientemente, el periodista Salvador García Soto, en un acto que contradice los principios básicos del periodismo de investigación, lanzó una acusación contra la dirigente de Morena, Maria Luisa Alcalde Lujan, a través de la plataforma X (anteriormente Twitter). En su mensaje, García Soto señala que, mientras hay carencias de recursos, la dirigente se mandó a hacer relojes con su imagen. Posteriormente, en un video, reafirma su postura, señalando que la imagen del reloj no es falsa. Sin embargo, el periodista convenientemente traslada la carga de la prueba a la persona que acusa.

El análisis de su discurso revela una clara intención de desgaste social a la figura de la mencionada política. No hay pruebas fehacientes, solo una imagen que pudo haber sido manipulada o, incluso, fabricada por el propio periodista. La pregunta que surge es: ¿quién mandó a hacer el reloj? La respuesta, para un periodista serio, debería ser el resultado de una investigación rigurosa, no el punto de partida para una acusación. Pero como lo señala García Soto, que la acusada, la presunta culpable, demuestre que no es verdad.

El periodismo chatarra se caracteriza por la falta de rigor, la ausencia de verificación y la difusión de información falsa o tendenciosa, y su objetivo no es informar, sino manipular, difamar, joder. Se basa en la premisa de que «lo que no mata, engorda y lo que no quema, tizna», una lógica perversa que justifica el ataque sistemático a la imagen del adversario, sin importar la veracidad de las acusaciones. Las consecuencias de estas prácticas son nefastas. Se erosiona la confianza en los medios de comunicación, se polariza a la sociedad y se debilita el debate público.

Manipulación Mediática: La Historia Oculta Tras el Desprestigio Voraz

Desde la Primera Guerra Mundial, con las fabricadas atrocidades alemanas en Bélgica, pasando por la propaganda franquista que demonizaba a la República, hasta la desinformación sobre las armas de destrucción masiva en Irak, la manipulación mediática ha sido utilizada como una herramienta eficaz para justificar guerras, golpes de estado y persecuciones. La historia nos muestra cómo las élites en el poder han recurrido a la mentira sistemática para moldear la opinión pública y alcanzar sus objetivos, sin importar las consecuencias.

El desprestigio voraz de una persona, un grupo o un gobierno puede escalar hasta niveles insospechados, incluso con la muerte y la guerra como lamentables ejemplos. Una de las principales tácticas para el control de la sociedad es el uso del periodismo chatarra en contra de la imagen de un personaje o grupo en especifico.

Periodismo Chatarra: Un Arma de Desgaste Social Masivo

El periodismo chatarra es un cáncer que corroe los cimientos de la democracia. Se alimenta del morbo, la especulación y la difamación. Su objetivo no es informar, sino destruir. Se vale de medias verdades, rumores infundados y mentiras descaradas para atacar a sus víctimas. Y en la era de las redes sociales, su alcance es exponencial. Una falsedad puede viralizarse en cuestión de minutos, causando un daño irreparable a la reputación de una persona o institución, causando un desgaste social en su imagen. Como fin último, la manipulación busca generar desprestigio voraz de las personas, de los grupos o de los gobiernos, que afecta a la sociedad en su conjunto.

García Soto y el Siniestro Arte del Desprestigio Voraz: La Manipulación Mediática

El caso de García Soto es paradigmático. Su acusación contra Luisa Alcalde, sin pruebas que la sustenten, es un ejemplo de manual de cómo opera el periodismo chatarra. Se lanza la piedra y se esconde la mano. Se deja que la maquinaria de la manipulación mediática haga el resto. La intención es clara: generar un clima de sospecha, sembrar la duda y, en última instancia, desprestigiar a la persona que acusa. La manipulación mediática opera de esa vil manera, genera un desprestigio voraz en la imagen de una persona, de un grupo o de un gobierno.

Desgaste Social: La Erosión de la Verdad, la Manipulación como medio y el Periodismo Chatarra.

Cuando la mentira se convierte en la norma, la verdad pierde su valor, causando un desgaste social. La sociedad se vuelve cínica, desconfiada. Ya no se sabe en quién creer. Y en ese caldo de cultivo, los manipuladores encuentran el terreno fértil para sus propósitos. La manipulación mediática se convierte en una herramienta de control social, utilizada para mantener el status quo o para impulsar agendas ocultas. El periodismo chatarra es, sin duda, el principal perpetrador de este tipo de control social, ya que es la fuente de la manipulación mediática que genera un desprestigio voraz de la verdad.

Tintopía

Como una ponzoñosa serpiente que se arrastra entre las ruinas de una civilización en decadencia, así es la manipulación mediática que a través del periodismo chatarra carcome los pilares de la información veraz. García Soto, el juglar del desprestigio voraz, con su venenosa melodía, ejecuta una sinfonía de insidias contra Luisa Maria Alcalde. ¿Relojes? ¿Quién necesita pruebas en el reino de la mentira? ¡Que la acusada demuestre su inocencia!, vocifera el Universo de la infamia, mientras las hordas digitales, sedientas de sangre, se lanzan a la yugular de la víctima.

Un aquelarre de insidias se gesta, al ritmo de la canción de la desinformación, ejecutada en este caso por un periodista que ha olvidado su juramento de buscar la verdad.

¿Acaso no es este el circo romano del siglo XXI? La arena es el internet, y los gladiadores son aquellos que osan enfrentarse a la jauría de la difamación. Pero, ¿qué importa la verdad cuando el espectáculo debe continuar? No nos dejemos engañar por los cantos de sirena del periodismo chatarra, ese engendro del averno que se alimenta de la credulidad y la ignorancia, la manipulación mediática debe ser combatida. Porque en la era de la posverdad, la única arma que nos queda es el discernimiento.

Levantemos nuestras voces contra la tiranía de la mentira, y recordemos que, como dice el refrán, «aunque la mona se vista de seda, mona se queda». Y aunque el desgaste social siga siendo la estrategia, no debemos callar.

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